sábado, diciembre 09, 2006

Dios-Humano-Animal


Nosotros los humanos,
que vinimos a este mundo,
solo a andar el camino,
contra la imposibilidad,
sin conocer ni propósito,
ni causa, ni dirección,
un camino que sinuoso,
nos hace deambular,
siempre girando en círculos,
fuera de nuestra compresión,
y que parecen burlarse,
de nuestro peregrinar,
de nuestra disposición,
de nuestra intuición luminosa,
nuestra decisión inquebrantable,
persiguiendo a los sentidos,
en pos de la orientación,
tan confusos, como perdidos,
como deslumbrados por el sol.

El camino es solo paisaje,
el paisaje es el motivo,
nuestros ojos, son sus testigos,
su latido, nuestros pasos,
nuestra voz, es su sentencia,
su locura, nuestros poemas,
nuestra voluntad y albedrío,
son a causa de su desafío,
nuestro corazón, su tambor,
redoblando, su delirio,
los sentidos, su visión,
dislocados de belleza,
palpitan en consecuencia,
profesándole emoción.

Capaces somos de sueños,
que se erijan en ciudades,
sueños que son las riendas,
que aferran nuestras manos,
hasta colapsar las venas,
vislumbrando un porvenir,
que en su trazo parpadea,
antes de desaparecer,
y a la deriva dejarnos,
descabezados, descorazados,
desbocados, desencauzados,
haciendo giros temerarios,
trazando peligrosas piruetas,
realizando saltos mortales,
y volteretas a la inversa,
y ser mil veces derribados,
en sincopadas caídas,
siempre fuera de su ritmo,
tropezando a deshoras,
como vulgares marionetas,
de sonrisa de madera,
con hilos que la sujetan,
o parecer espantapájaros,
con paja en la cabeza,
y ser terror de los sembrados,
para estorninos famélicos,
joviales, chiquitos y pardos.

Y la cabeza,
¡ha! esa cabeza...
centro del universo,
donde empiezan la luz,
centro de observatorio,
donde ocurren las cosas,
narrador en voz en off,
como narrador de cuentos,
como fábulas de humanos,
relatador de sus aventuras,
proezas, fechorías, travesuras,
contador de instantes,
de momentos incesantes,
contador del tiempo,
del que vino y se fue,
y del que venga,
y pase de largo,
sin apenas mirarnos.

.....El tiempo..
¡ha! el tiempo...
el tiempo es esa línea,
esa que perseguimos,
trazada ante nuestros pies,
irrefutable, inconfundible,
en permanente consecución,
de su tic tac exacto,
segundo a segundo,
naipe encima de naipe,
dado tras golpe de dado,
dardo clavado en dardo,
firme resolución de pasos,
de serpiente ineludible,
que cruza sobre el desierto,
como guía experimentado,
con el hombro apropiado,
hombro donde colgarse,
para dejarse llevar,
lleve allí donde nos lleve.

Cruzando, vamos cruzando,
un desierto punzante,
punzante de cactus enhiestos,
cactus desfilando arrogantes,
desafiantes y grotescos,
cactus que pinchan los dedos,
para saborear nuestra sangre,
cactus soberbios y altivos,
presuntuosos,
e incuestionables,
orgullosos forajidos,
áridos y desagradables,
cactus enmascarados,
disfrazados de deseos,
que pinchan en desengaños,
a los jóvenes que incautos
los abrazan como sueños.

Desierto que de deseos,
se ofrecen como labios,
deseos señalando el norte,
deseos que llevan al sur,
que nosotros perseguimos
corriendo, corriendo, corriendo,
alentados por espejismos.
de aquí para allá,
de allá para aquí,
como jinetes sedientos,
montados en remolinos,
de caballitos de arena,
moldeados con las manos,
y dúctiles a nuestras riendas,
que nos llevan hacia el oasis,
que por ventura, esta ahí mismo,
detrás de esas palmeras,
ni las ultimas, ni las primeras.


Y que alcanzando la fuente,
fuente de la ensoñación,
poseerla solo un momento,
tal como un rayo de sol,
posee una gota de lluvia,
que ve desaparecer,
como leve, bonita y sublime,
brizna de pensamiento.

Y que al atardecer sumido,
en su propia inflexión,
de aquel longevo día,
que aun esta por llegar,
que desde el tiznado ocaso,
deja caer a la muerte,
(tal como cae la verdad,
como ineludible luz mordaz),
en forma de manto o de velo,
en forma de lluvia silvestre,
pues la lluvia repentina,
de la muerte que acontece,
que sobreviene ambigua,
nos deja caer inertes,
tajante, inflexible e impasiva,
sin ninguna alternativa,
a su dedo señalando,
y en su precisa caída,
lanzada como cuchillo,
como catana, como sable,
como navaja, o guillotina,
como hacha, como mandoble,
o como daga, o puñal,
como florete, o como espada,
como sierra, o alabarda,
filo mortal entre los filos,
pulido, bruñido, lijado,
afilado, curtido, ajado,
a dar un corte en el camino,
por el que vamos andando,
mientras que de improvisto,
en su acometer incisivo,
descarga un corte angular,
que quebrantando los suelos,
delante mismo de los pies,
se sobreviene el abismo,
sin permitir un paso mas,
y desde ahí, nos agarra fiero,
tirándonos de los pelos,
(cual muñeco que lleva un niño),
y nos arroja furibundo,
por la boca del vació,
garganta abajo deglutidos
a la olla de los muertos.

Y nosotros los perplejos,
en caída incesante,
en ingravidez diametral,
tragando a bocanadas,
del vértigo indigesto,
caer así sobre una nube,
y flotar en complacencia,
complaciente en esencia,
complacidos en extremo,
sin sentirnos afligidos,
por habernos desprendido,
de forma definitiva,
de la dependencia terrenal,
en un paso irreversible,
como ultimo paso a dar,
antes de la emancipación,
de yacer en nebulosa,
postrado en“la nada”absoluta
tarareando alguna canción.

Y nosotros pendulantes,
traspasar de realidad,
cambiando de dimension,
como cambiar de habitación,
como cambiar de tren,
como cambiar de zapatos,
de vestido o de gafas,
y talvez por fin,
perder el ansia de la sed,
y talvez, quizás,
no volver a divagar,
ni atormentarse,
ni mortificar,
y talvez por fin sentir......
la escurridiza felicidad,
como bocado de pastel,
como mordisco premiado,
de un gigante Donut gigante,
como tocar panaceas,
odiseas, utopías,
y explayarnos en la certeza
de la incredulidad,
tal vez siendo, sin ser,
y estar ahí, sin estar,
solo estando,
sin ser nada,
sin ser nadie,
solo estar.

Por eso fue que vinimos,
que vinimos de tan lejos,
del mas alla, del mas allá,
cayendo de las alturas,
al pozo de la humildad,
y vinimos a caminar,
a caminar “el camino”,
a transitar, deambular,
transcurrir, perpetrar,
el “transcurso temporal”,
a llenar el vació abismal,
a llenar el vació del edén,
el vacío para nosotros,
medio hombres, medio dioses,
llenándolo con ideas,
con formulas improbables,
causas, razones y hechos,
de contundentes a livianos,
sentir cosas, sentir objetos,
sentir momentos, sentir paisajes,
para sentir que sentimos,
a través de nuestra carne.

Y tal fuera...el vacío
que de tan maravilloso,
para llenarlo de algo...
sus moradores decidimos,
mitad dioses, mitad humanos,
inventar un lugar ideal,
entre lírico y brutal,
un lugar paradójico,
un lugar para jugar,
para jugar a ser carnal,
y desentrañar dilemas,
¿pues no seria la carne,
uno de nuestros inventos?,
¿y no seriamos
entretenimiento,
para el publico celestial?
¿la distracción favorita,
de los portentosos,
dioses-hombre-animal?,
¿qué entre surtido de juegos,
tienen guardados en cajas,
en arcones dimensiónales,
que universo tras universo,
guarecidos en paneles,
tan gigantes, tan inmensos,
paneles que encajados,
como panales de abejas,
rebosantes de mieles,
rebosantes de misterios,
sofisticados o crueles,
que estimulan,
que entretienen,
la razón de un objetivo,
¡dar vida a la diversión!,
jugando a dar la vida?,
¿no seria la carne un objeto,
un objeto que siente,
con nosotros metidos dentro,
como un disfraz existencial?,
¡pues seria un carnaval!
¿no seria la carne “un pasatiempo”
“un crucigrama” “un rompecabezas”
“un ajedrez” “un juego de rol”
porque nos aburrimos en el cielo,
(de tanta felicidad),
y necesitamos crear,
problemas, dificultad
dilemas, adversidad,
pesadillas y sueños,
sensaciones, pasiones,
como angustias
de la humanidad?.

¿Y la carne de qué esta hecha?,
esta hecha de contrapuestos,
hecha de “síes” y ”nóes”,
mordiéndose entre ellos,
confabulando, urdiendo,
intencionalmente confrontados,
creados para repelerse,
para contradecirse,
para constatar,
en contrastes, en supuestos,
en sospechas, en dilemas,
contrahechos, y dispersos,
“sies” contra “noes”,
hasta derramar sangre,
“noes”contra “sies”
hasta adolecer los nervios,
¡que viva la controversia!,
que la controversia viva,
dentro de nuestro ser,
que lo levanta, lo derriba,
lo devora, lo excita
lo hace reír y llorar
débil, fuerte,
en pro y en contra,
de su voluntad.

Y provocar explosiones,
explosionar sentimientos,
intencionales y tensos,
hasta el filo de romper,
con dificultad extrema,
hasta lo improbable,
de forma irresistible,
de dolor exprofeso,
¡pues es todo tan fácil
aquí subidos en el cielo!
que pedimos lo imposible.

Vorágines, incendios,
inmolaciones,
hecatombes pasionales,
vitalmente expuestas,
sobre la tersa flor
de la piel fresca,
el “si” contra el“no”
el“no”contra el“si”,
y nosotros en medio,
llenos de laceraciones,
a punto de detonar,
como bombas de tiempo,
apunto de asombrarse,
con el devenir universal,
emocionarse en la visión,
en el más leve contacto,
convertirse en palpable,
en mínima insinuación,
como un termómetro,
vulnerable, inflamable,
al temperamento,
que impulsa a todas las cosas.


El sentir universal,
con solo mirar el cielo,
de poder poetizarlo,
en metáforas abruptas,
a su luz rutilante,
y también soliviantarnos,
destruirlo, odiarlo, utilizarlo,
mancharlo, invadirlo, secuestrarlo,
y poder relatar su tragedia,
en una enciclopedia,
transcribir su dialogo,
en una escena de teatro,
e interpretar en comedia,
como comediantes burlados,
el humor que nos profesa,


Y proyectar al espacio
nuestra oda a los sueños,
sueños como la sed,
sed como el desierto,
desierto como paisaje,
paisaje como camino,
camino como el tiempo,
tiempo como armazón,
vientre donde alojarnos,
como cuerpo caparazón,
de nervios desenvainados,
armados para la guerra,
con casco, escudo, y peto,
guerra de“sies”y“noes”,
carne, sentimiento, fantasía,
lógica, leyes naturales,
pensamiento y razón,
hacen al humano...
ejemplo de caracol,
con su propia casa a cuestas,
fundido en obra maestra,
desde el mas idiota,
a el mas ruin,
y del mas déspota,
al más inepto,
en un mecanismo perfecto
sin distinción.

Y como única escapatoria...
¡la salida del desierto!,
....dicen que hay un túnel...
por donde se oculta el sol,
que va a parar al este,
por debajo de la tierra,
y que ahorrándose la noche,
lleva hasta el siguiente día,
día de la salvación,
y que es una fuga perfecta
perfectamente imposible,
perfecta para desesperados,
que como único medio
se la han inventado,
infligiéndose "locura”,
con descabelladas ideas,
y creídas como cierto,
por el vicio de ser crédulo.

Tal fe a la imposibilidad,
trasgrede todas las leyes,
franquea toda frontera,
burla cara por cara,
la realidad cuadrangular,
con temeraria inconsciencia,
con sueños dislocados,
como motores ingrávidos,
para maquinas de tormentas,
para tormentas internas,
que destrozan lo amasado.
que llenan de ruidos fervientes,
los ácidos de los vientres,
con mecanismos orgánicos,
filigranas y minúsculos resortes,
catalizadores de vientos,
vientos cubiertos de deseos,
para comensales hambrientos,
a la mesa de su invocación,
festín que para infelices,
como siempre,
no tienen invitación.

En un momento sobrenatural,
fuera de las reglas y el tiempo,
los deseos están ahí,
regados, abonados, y frescos,
a nuestro alcance expreso,
flotando como peces,
como peces del océano,
trotones caballitos de mar,
en carrera con los cielos,
remanso de felicidad,
bajo el sol radiante,
felicidad que a priori,
es dueña de la realidad,
realidad que a posteriori,
se crece en la incredulidad,
visible, palpable, tangible
imposibilidad factible,
de ser y estar...
sino en el principio,
en el fin...
del camino transcurrido,
así pues, caminante indeciso,
es preciso embriagarte,
¡embriágate ahora mismo!
¡embriágate con tu sangre!,
no dejes de embargarte,
por el temor a sentir,
la exultarte emoción,
de ser un dios de carne.

¡Caminante sigue a tus sueños!
porque te están esperando,
escondidos tras la duna,
y se dejarán coger,
mansos como pajarillos,
y te harán volar,
como un ángel de precipicios,
como travieso diablillo,
sobre las cúpulas del doquier,
del doquier extasiante,
y sino en esta vida,
en las otras, que vendrán,
a cuál más rutilante,
de las que acontecerán...
sea como fueren,
universos apropiados,
para los encuentros lúdicos,
juguetes de cuerpos carnales
para dioses aburridos,
sobre tableros celestiales,
enclavados en panorámica,
en las bóvedas del paroxismo,
del dios-humano-animal
que exultante de ingenio,
se come a bocados el mal
y sin quemarse la lengua,
escupe culebras felices,
que culebreando se van,
por algún extraño sendero,
de algún tablero fastuoso,
con fichas de tacto carnal.

Silvia Escario 10-08-06.

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